La campanilla del reloj, me despertó. En un acto involuntario de reconocimiento, visualicé la habitación a medias, a través de los párpados, que se resistían a abrirse totalmente y la escasa luz que se filtraba entre las persianas.
Cambié mi posición, ayudando a la fiaca. La almohada, fue de ahí en más, mitad apoyo de mi cabeza y mitad consuelo para un abrazo.
Y así quedé, ajena a todo lo existente, sumida entre sueños que luchan por dejar de ser sueños, para convertirse en metas.
Y recorriendo imágenes, de un pasado, que oprime la mínima intención de dar vuelta la página.
Arduo balance interior, largo repaso hacia a lo que fuí y un profundo análisis a lo que querría ser.
El resultado, me sacude del letargo.
Me levanto, me despojo del piyama y con él de todo lo que implica sueños. Y así, desnuda de pasado, comienzo con los primeros pasos, dando prioridad a mis metas.
La campanilla del reloj, me despertó…
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