lunes, 20 de septiembre de 2010

Ojos que no ven...




A vos, amigo ciber, que no te gusta cuando digo, que hay mucha pobreza
En el país. Y que nadie se ocupa.
Te cuento, viajo seguido a Capital, el departamento donde suelo hospedarme, esta en la calle Lima, el balcón, da para el frente y se ve la 9 de Julio en todo su esplendor y con todas sus miserias. Las autopistas, por esa zona se cruzan en varios sentidos. Debajo de ellas, quedan unos reparos propicios para cobijarse de la lluvia o el calor.
Hace 3 años, cuando fui la primera vez, esos espacios, estaban rodeados de alambre, no se podía acceder a ellos.
De pronto en un viaje, observé que ya el alambre estaba cortado y que alguien se
Había afincado debajo del cemento.
En el viaje siguiente, el alambre, brillaba por su ausencia. Pero en su lugar había cajas, cartones, trapos, un carrito que alguna vez recorrió los pasillos de un supermercado y un pedazo de goma espuma apelmazada que alguna vez lució una cobertura y fue impecable colchón.
Yo, en broma, decía: “Se esta poblando el rioba, tengo vecino nuevo”.
En el viaje anteúltimo, el vecino ya había organizado más el predio,
Además de sus pertenencias antes detalladas, se distinguían unas piedras
tiznadas, que delineaban el espacio para el fogón, sobre uno de los pilares de la autopista y dónde el fuego se encendía a la hora del descanso, y el mate, era
compartido con algún que otro acompañante ocasional.
Y frente a este, dónde el espacio entre autopista y suelo se achica, se encontraba
Todo lo que recolectado por ahí, servía para apoyar el cuerpo, protegerse y dormir.
En ese mismo viaje, un sábado a la madrugada, me despertaron los gritos
Que provenían de la calle, tipo 4 de la mañana.
Y… soy mujer… y además chusma, me asomé al balcón y me quedé un buen rato
Contemplando los sucesos.
El predio estaba más concurrido, mi vecino tenía invitados. Hablaban fuerte,
Se reían, mientras pasaban de mano en mano, un recipiente del cual bebían, no puedo decir exactamente que, pero no es muy difícil de imaginar. También se dejaba ver en la oscuridad y cada tanto, la chispita que se encendía en los puchos.
Pasaron unos minutos y veo que sale de entre ellos, una mujer y cruza la avenida hasta el espacio verde que queda justo en medio de la 9 de Julio. Se sienta en el borde de la acera que limita el concreto y el césped. Con una mano apoyada en el mentón moviendo la cabeza para uno y otro lado, mirando cómo indiferente el paso de los vehículos. No pasó mucho tiempo, que veo cruzar a otro de los invitados de mi vecino, con un cartón grande en la mano. Llegó hasta la mujer, ella se paró, se abrazaron y se fueron unos metros más allá, debajo de una palmera. Extendieron el cartón, ella se recostó, él tipo se montó sobre ella y así, sin más vueltas dieron rienda suelta a sus instintos sexuales, tan despreocupados, sin importarles nada que alguien pudiera verlos y sin que el ruido que provocan los autos en marcha, los bocinazos, las luces, los desconcentrara en absoluto.
Retorne al sueño interrumpido y a las horas, cuando me levanté, ya con el sol a pleno, saqué unas fotos, las que adjunto.
La parejita ya no estaba, pero el cartón quedó de prueba. Y a mi vecino se le habían sumado metros más allá, unos compañeros circunstanciales de morada. (Ver foto).
El último viaje, el vecino ya tenía organizado una especie de inquilinato. Los carritos, que ya eran más de tres, contaban con lugar de estacionamiento y los colchones sin funda, también se multiplicaron. El fogón, estaba rodeado con cajones a modo de bancos. Y los individuos interactuando, iban y venían, arrastrando sus carencias. En la otra esquina, debajo de un palo borracho, a pasos de canal trece, un nuevo vecino, se estaba instalando. La última vez que lo vi, después de barrer un poco, tomaba mate a la sombra del árbol, calle por medio de los otros. Me parece que no tenía intención de mezclar “hacienda” con los vecinos cercanos.
Pasando la calle San Juan, hay un puente para cruzar toda la 9 de Julio, esta frente a la puerta de Artear y detrás de la capilla que da a la plaza de Constitución. A mitad de dicho puente, te podes parar, mirar para abajo y ver que bajo el cobijo de el cemento de unos de los carriles que sale a provincia, viven dos familias completitas, madre, padre, hijos (de varias edades) y demás parientes.
A quienes en varias ocasiones y por los críos, les he alcanzado pan, fruta o leche.
¿Dónde estaban antes?, no sé. ¿Dónde están?, cómo preguntas en tu mail, ahí dónde te cuento, a poco de El Honorable Congreso, la casa Rosada y demás entes gubernamentales.
A la vista de todo él que lo quiera ver. Están y día a día se multiplican.
Y que no me vengan que es porque la zona es propicia, porque en puerto madero
También hay gente revolviendo basureros o durmiendo en la calle, Once y Congreso ni hablar, todo barrio que he recorrido, Tiene más de lo mismo.
Alguien me dijo, que estas personas son aquellas que venían desde la provincia
En el tren de los cartoneros. Iban y venían a diario.
Pero que ahora, a falta de, tienen que acomodarse cómo mejor puedan. Viven de lo
Que recogen en la basura y pueda ser vendido. Principalmente cartón. Y es mas factible encontrarlo en Capital, seguramente que si tiene casa queda lejos y el ir y venir en medios de transporte no es redituable y de otra manera imposible.
No todos cuentan con tracción a sangre y carro.
Pero si todos ellos, acarrean el desinterés de los que los vemos y la negación
A creer que existen, porque estamos lejos.
Y ojos que no ven…

miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Casualidad o causalidad?


Justo ayer, sin saber el desenlace, pensaba esto:
Van a hacer casi cuatro años que estoy en la página, durante este tiempo.
Muchas veces coincidí con Maisa, en el Chat.
Solía decirme: “¿Olvido, yo estoy en La Plata, vos dónde estas?”.
Sabiendo, que mi hija, estudiaba en esa ciudad y viendo la posibilidad de encontrarnos.
Así pasaron los meses y no coincidíamos más que en la sala,
no nos comunicábamos por MSN, tampoco a través del correo electrónico,
pero así, sin saber mucho de ella,yo ya la quería.
Hasta que no se bien porqué, decidí ir a conocerla.
Viajé a Santa Rosa, La Pampa,que es dónde reside, distante casi 1800 Km. de mi ciudad.
Y ahí me esperaban, al pié de la escalera del micro, ella y Abel,
con una sonrisa y un abrazo fraterno.
Y todo fue fluyendo, como si nos conociéramos de toda la vida.
Y si ya de leerla en el Chat, la quería, tratándola, el cariño se incremento.
Somos muy parecidas, coincidimos mucho en la manera de pensar, no de actuar,
Reconozco que Maisa es mejor persona que yo. Buenaza, transparente.
Me agrado conocerla, visitar su casa, me sentí bien. Me adapté fácilmente a ellos.
Hasta el punto de sentir la necesidad de volver a visitarlos.
Y pedirles, en broma, que me adoptaran.
Parodia que se encargó Abel de realizar, mediante certificado redactado
e impreso por él mismo, donde consta que ahora soy parte de la flia,
y rubricado por las firmas de los presentes, Abel, Maisa, Ethel (consuegra)
y Blakie, la mascota de la casa.
Entre desayunos, mates y charlas de sobremesa, fuimos contando anécdotas de nuestras vidas y cómo no podía ser de otra manera, relaté lo sucedido con mi hija Nuria,
que falleció de un aneurisma a los 25 años de edad.
Así, de pronto, sin darse cuenta y sin darme tiempo para llegar a darle el abrazo y beso de despedida en vida.
Mi consuelo, es que, según las explicaciones del médico que la trató, no sufrió, porque entró en coma irreversible, por tal motivo, no entró a quirófano y
falleció después de 8 hs., de un paro cardíaco, casi sin darse cuenta.
Hablamos mucho sobre esto, Maisa, me decía: “Olvi, si te hace mal, cambiemos de tema”. Pero no, lo hablamos con profundidad.
¿Casualidad?
¿Quien iba a pensar, que días después, ella iba a pasar por lo mismo?
Nada tuvo que explicarme, cuando fui a verla a Capital. Ella y yo, sabíamos.
Yo entendía, sin que mediaran las palabras, lo que sentía ella y cada uno de la flía.
La impotencia, la desesperación por hacer lo imposible, por agotar todas las posibilidades, por más absurdas que parezcan.
Entendía la euforia demostrada por cada gesto de amarrarse a la vida que daba Celia, entendía la desazón de cuando no había respuestas.
Nada pregunté, no fue mucho lo que aporté, sólo me limité a hacerle compañía
y porque ella me lo pidió. Porque también actué con la prudencia de no invadir.
Después de idas y venidas a la clínica, y de pasar por la espera interminable, de la última intervención quirúrgica, Celia, abrió los ojos, respondió a consignas, dando signos de mejoría. Yo volví a casa, dejando a una Maisa con muchas esperanzas
y hasta puedo decir feliz.
Pero después de 24 horas de viaje,al llegar a casa y comunicarme telefónicamente,
para avisar que había llegado bien,me cuenta con toda su entereza que Celia se había descompensado nuevamente.
Hoy me despertó ella, mi Maisa querida, bien temprano, con un llamado al celular.
En cuanto abrí los ojos y vi la oscuridad que había en la habitación, intuí a que se debía ese llamado.
Escuché su voz pausada y resignada, diciéndome: “Olvi, Celita ya esta con Dios”,
le dije dos o tres frases que ni recuerdo, para poder de alguna manera hacerle sentir
mi amor y que compartía su dolor.
Inmediatamente después de cortar la comunicación, me fui a buscar el libro,LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, de Alfonso Milagro, que tiene meditaciones para cada
Día del año. Textos breves y precisos.
Me regalo mi hija, Nuria, y al él recurro, cada vez que me siento superada
por alguna situación.
En su primera hoja, escribió una dedicatoria, que transcribo a continuación.
MAMY:
Cada vez que leo este libro, encuentro una respuesta y me da mucha paz.
Desde que nací y hasta hoy, vos me das mucha tranquilidad, amor apoyo
y comprensión.
Te amo y extraño mucho. Espero que este libro, sea una gran compañía diaria.

Nuria. 11/11/99.

En la época que me lo regaló, estaba ya de vuelta en el sur, en casa, después de haber pasado otro año más en La Plata, dónde estudiaba la carrera de Educación Física.
Cuando volvió en Febrero, a retomar sus estudios, hizo lo que siempre hacía,
Llevarse lo que le gustaba, (en calidad de préstamo, según decía). Así fue cómo el libro fue parte de su equipaje.
El día que falleció, después de volver del crematorio, y juntando sus cosas para traerlas a casa, lo encontré entre otros libros.
Lo abrí en el día de su partida y encontré respuesta.
En una de sus carpetas de la facultad, que estaba abierta sobre la mesa de estudio,
había de su puño y letra, copiado, un párrafo del mismo, que habla sobre el dolor y cómo darle sentido. Ofreciéndolo a Dios cómo sacrificio con amor y por amor.
Abrevio una parte de él.
“Por más que no lo quieras, en tu vida no podrás nunca prescindir del dolor; el dolor es una realidad que no depende de nosotros, se nos hace presente, queramos o no queramos…
Si al sufrir te enojas y protestas, con ello nada bueno consigues, solamente aumentas el sufrimiento y haces daño a tu cuerpo
en su parte nerviosa y a tu espíritu en tus relaciones con Dios. Si al sufrir aceptas el sufrimiento, le das un verdadero sentido, lo conviertes en algo positivo edificante, salvador y redentor de ti y de los demás; con ello te estas dignificando”
¿Casualidad? …Cosas inexplicables, cómo estas, fueron varias las que experimente
por esos días.
Hoy sentí necesidad de compartir algunas.
Anoche, algo se presentía, sin ponernos de acuerdo, nos juntamos varias rojas en el Chat, cómo hacía tiempo no sucedía y compartimos vivencias y la pena, por los amargos momentos que atraviesa nuestra Maisa.
Sin saberlo, por esas horas, Celia se iba. Sin saberlo de alguna manera, estábamos
Con el pensamiento y el corazón junto a ella.
¿Más casualidad?

“Que cuando llegue el dolor, que yo se que llegará;
No se me enturbie el amor, ni se me nuble la paz”.

Esta frase la encontré leyendo, ya ni recuerdo que, ni dónde, me gustó y la copié
En un libro diario, que me regaló mi amiga, cuando cumplí 15 años. Pero quedó grabada en mi mente y dos por tres la recordaba y la repetía, sin motivo alguno.
Ya se imaginarán Uds., cuando, le encontré el verdadero sentido.

Otra casualidad, ¿No?

Les dejo un abrazo, queridos míos. Que nos es casualidad, lo hago conciente de que
Los quiero, los necesito y que por algo llegaron a ser parte de mi vida.


Esto lo escribí hace ya tiempo. Y lo compartí con mis amigos por correo electrónico.
Pero hace pocos días atrás, otra casualidad o causalidad, se hizo presente en mi vida.
Querido amigo nuevo, que no por nuevo, es menos querido. Algo de lo que acá relato lo conté en esa charla que tuvimos y que los dos necesitábamos.
Agradezco que me escucharas, pero más agradezco
que me contaras.
Vos sabés... Sé que vas a leer esto. Un abrazo "Oso" y de oso..

jueves, 4 de marzo de 2010

Practicá abuela, practicá...




Cuando mi nieto Franc, viene a quedarse a casa, el paseo por la costanera de la ciudad,es el recreo perfecto, para alejarlo de los programas de TV, que suelen acaparar su atención, en demasía, para mi gusto.
Cómo así También, de la consola de video juegos, que suele traer, para no aburrirse. Ambos entretenimientos, con la misma temática, dibujos animados, dónde sus personajes despliegan asombrosos poderes y se enfrentan continuamente en feroces luchas.
Luchas, que imita frente a compañeros de juegos, haciendo alarde de su destreza, con el agravante de lastimar o salir lastimado y con la consecuencia de sufrir por ello, llamados de atención de parte de maestras, llevar notas de mala conducta en el cuaderno y de manera correlativa, padecer la penitencia “merecida” e impuesta por los padres.
Además de brindar un aire marino benigno, para los pulmones de los visitantes, la costanera Caletense, cuenta con predios preparados especialmente para niños, con suelo cubierto de pedregullo, dónde desafían, estoicos, a los fuertes vientos y las pocas lluvias, los caños multicolores de los sube y baja, calesitas, toboganes, pasamanos, etc. Rodeados por anchas veredas, de concreto alisado, ideales para caminar, correr, andar en bicicleta, jugar a la pelota o afianzar la habilidad para desplazarse en patines y patinetas. Sin más obstáculo, que esquivar a otros compañeros casuales de dichas actividades.
Es muy común, ver a padres o abuelos, sentados en los paredones, de espaldas al mar,atentos al ir y venir de los pequeños, que no terminan nunca de gastar energías.
Cuando la imaginación agota todos los recursos, para inventar movimientos en los juegos y la repetición roza el aburrimiento, queda el recurso de bajar las escalinatas hasta la orilla del mar, e ir a juntar piedras.
Pero no cualquier piedra, solo las que se asemejan mucho, si la miramos con ojos de fantasía, a las piedras preciosas y valiosas. Esas, dignas de ser lucidas por reyes y reinas, o de formar parte de una colección preciada.
Y es el momento propicio para poner a prueba mi poder de persuasión, diciendo a modo de desafío:
- A ver, a ver, ¿Quien junta la piedra más linda?- Y así, comienza la exhaustiva búsqueda de la pieza mas fastuosa, que después de evaluada, pasará a formar parte de otras similares, que adornan las masetas de mis plantas.
Pero, cuando es Franc, quien propone el juego, suele recurrir, al que por cierto, casi siempre gana. ¡Carreras!.
Y ahí vamos, al punto de partida y atentos a la voz de mando: - ¡En sus marcas, listos, Yaaa!-
Confieso que no tengo que hacer mucho esfuerzo para dejarme ganar, y que sea, el feliz vencedor de la competencia. Porque, entre la dificultad de correr sobre piedras, sumados a mi poca afición por las destrezas deportivas y a los años de sedentarismo, que ostento. La vitalidad de sus 7 años, se notan, ¡Y cómo!
Además, es un placer para mi chochera de abuela, verlo cuando festeja su triunfo, brazos en alto y grita, -¡ganéeeeeeee!-.
Y me regocija, cuando toma su pose de hombre entendido en la materia y muy serio, me dice: “Tenes que practicar más abuela, así vas a correr rápido, cómo yo. ¡Practica, practica!”.
No hace mucho, hice un viaje a Chile, y después de unos días, llamé por teléfono para dar cuenta de supervivencia y tener noticias de ellos, a casa de mi hija.
Cuando le tocó el turno a Franc de ponerse al habla, apenas le dije: -Hola, mi amor- Me recriminó muy enojado - ¿Porque te fuiste sin avisarme? ¿Podes venir enseguida? Yo te extraño-
Entonces, le explique que estaba en Chile de paseo y que quedaba lejos y lo conformé,prometiendo un juguete a mí regreso.
No le cuento nunca antes que me voy de viaje, me cuesta la despedida.
Cuando volví de Chile, estaba esperándome ansioso y por supuesto se quedó en casa varios días,los cuales aprovechó, para decirme en reiteradas ocasiones: - Abuela, no quiero que saques otra vez pasaje a Chile-.
Já! Lo que en realidad, significa, “no te vayas más de viaje”.
Pobre mi nieto, tiene una abuela desobediente, volví a irme de viaje al mes siguiente.
Y coincidió mi ausencia, con el terrible terremoto que padeció el pueblo Chileno.
De vuelta en casa, recibo un llamado de mi hija por teléfono y después de cruzar saludos y alguna que otra novedad, llama a Nurita y le dice: - Toma, habla con la abuela-
Nurita, que se destaca por su dicción fluida y una gran capacidad de expresión, me puso al tanto de los acontecimientos del grupo familiar, no sin antes preguntar,- ¿Me trajiste regalito?-
Cuando le pregunté por Franc, me dijo:-En cuanto entre de afuera, te paso con él-.
Y siguió narrando hechos, tales cómo, el comienzo de las clases y otras actividades.
Conversación mediante, escucho que dice. – Toma Franc, habla –
Y luego a Franc, que pregunta: - ¿Quien es?- Nuria dijo: -Chau abuela- y sin esperar respuesta, paso el teléfono a su hermano, quien en un tono alarmado y sin darme tiempo a nada, me dijo:
- ABUELA, ¿Viste que en Chile hubo un terremoto?
- ¿Vos, corriste rápido, rápido, cómo yo en la playa?

Ay, mi nieto querido, que Dios, le conserve su ilusión.

viernes, 8 de enero de 2010

El indio de arcilla


Hace años, presente un poema en un concurso de poesía, que organizaba la secretaria de cultura de la municipalidad de Pico Truncado, cómo parte de los festejos de un nuevo aniversario de la ciudad.
De vez en cuando, me invaden las ganas de contar anécdotas vividas, y encontré la mejor forma de hacerlo escribiendo poemas y relatos.
Aspiro a que alguna vez, sean leídos, por mi familia y mis amigos. Y que al leerlos, los emocione el recuerdo de algo que hemos vivido juntos o que una sonrisa placentera se les dibuje en el rostro.
Tarde bastante en mostrar lo que yo humildemente llamo mis trabajos.
En principio, porque no estaba segura de que a alguien más que a mí pudiera interesarle.
Presentarme a ese concurso, fue la manera de saber cuan buenos podrían ser.
No tengo estudios sobre literatura, solo alcancé a completar el secundario, de manera que los errores de redacción, pueden ser notorios.
Bien, un día antes de la culminación de los festejos, me llamó a casa uno de los integrantes del jurado, para notificarme, que en el acto de cierre se entregarían los premios de dicho concurso y que esperaban mi asistencia al mismo, ya que mi poema
Había sido premiado.
Si bien no fue el ganador del concurso, ostentaba un segundo premio, nada despreciable, teniendo en cuenta que la presentación de trabajos era a nivel regional y con la participación de escritores de Azul, provincia de Buenos Aires.
¿Se imaginan, lo que sentí?
Nadie más que yo, sabía de mi presentación a dicho concurso.
Así que, comunicarle a mis seres queridos la noticia, fue para mí una satisfacción enorme y para ellos una gran sorpresa.
Y allá fui, el día y la hora señalada. El acto, se hacía en el club social más grande de la ciudad, con la presencia de las autoridades de las ciudades vecinas y locales, de las máximas autoridades de la provincia y de los vecinos de la ciudad.
Cómo es una ciudad pequeña, cada acontecimiento o festejo, cuenta con máxima concurrencia, no son muchas las oportunidades de asistir a algo así.
Con mucha timidez, bien disimulada, llegue al club, y fui conducida hasta una silla,
que estaba ubicada detrás de las autoridades y frente al grueso del público.
Caras con gestos de asombro, divisé varias, entre gente conocida y demás también.
Mientras se leían discursos, esos que la mayoría no escucha, y tratando de que
Se me haga más corto el tiempo, me imaginaba, las conjeturas que sacarían unos y otros al verme ubicada ahí. Retumbaron varias veces los aplausos a distintos discursos y números artísticos que fueron pasando, hasta que llegó el momento de hacer entrega de los premios a los ganadores de los distintos eventos.
Y fue ahí, cuando recibí de las manos del Vicegobernador, Don Eduardo Arnold,
El premio por mi poema, “Carencias”, dónde de las palmas de los concurrentes
Brotaron aplausos para mí y dónde más de uno de los presentes descubrió el misterio
más que de mi presencia, de mi ubicación en dicho acto.
El Vicegobernador, depositó en mis manos una escultura de cerámica realizada por la artista plástica María Marchessi y un miembro de la dirección de cultura un diploma avalando el premio.
A partir de ese día y hasta ahora, va y viene de rincón a rincón, la escultura de arcilla roja, que representa a un indio de rasgos duros. Nunca ha tenido ubicación permanente.
Mi nieta Alma, desde que comenzó a caminar e hizo contacto visual con la escultura,
Ha manifestado miedo por ella.
Por eso, cuando Almita me visita, suelo poner la escultura en penitencia detrás de la primera puerta que tengo a mano.
Cuando chica, tuve la suerte de disfrutar de mi abuela y quedaron en mí, los mejores recuerdos de todo lo vivido en su casa. Por eso trato de repetir la historia con mis nietos.
Y lo que no les fue permitido a mis hijas, por ese afán de cuidar y dar uso explícito a las cosas, hoy cómo abuela permisiva lo disfrutan mis nietos.
Almita tiene 2 años y el mejor juego antes de dormir, es saltar en la cama de la abu.
Me conmueve con su manita extendida y sus palabras a media lengua, invitándome a
Participar del juego, haciéndome cómplice. “¿A shatar abu?”.
Me compensa, su risa y su alegría, todo el desorden que puede quedar en la cama.
En esa aventura, estábamos días pasados, cuando interrumpió de golpe sus saltos.
Y señalando con su dedito hacia la mesa la mesita de luz, dónde conservo un portarretrato con la foto de mi papá, me dice: “ese ashuta a Almita”.
Yo, me acerqué a la mesita, tomé el portarretrato y mientras lo besaba, le decía
“¡No! No tengas miedo, es mi papá, no hace nada, es buenito, pobrecito.”.
Ella, me contestó. “¿Si, es buenito?, ¿no hace nada? Ahhh”.
Y sonriendo, continuó con su juego.
Hasta que debió interrumpirlo por una urgencia fisiológica. La tomé en brazos,
Y corrimos hacia el baño. Dónde yo, horas antes, había puesto en penitencia, detrás de la puerta, al indio de arcilla.
Mientras estábamos ahí, me mira y me dice, señalando con un gesto hacía la puerta,
“ese ashuta a mí”. Y yo, tratando de minimizar la cosa, le respondo: “¿Que te asusta? Si no hay nada”. Refuta mi respuesta diciendo: “Si hay, ashuta ese”.
Entonces, corro la puerta, agarro la escultura, intentando disipar su miedo y le digo:
“¿No ves que no hace nada? Es de piedra”
Y ella muy seria responde, “¡Ahhhhh!, ¿ese también es tu papá?”.
Su ocurrencia, provocó en mí, un gozo, mucho más intenso y agradable,
Que los aplausos recibidos, el día que traje la escultura a casa.

Yo, la abu de Franc


De mis cuatro nietos, Francisco, es el que suele pasar más tiempo conmigo.

El que me reclama, cuando me voy de viaje, porque se ve privado de sus fines de semana, en mi casa.

Es un niño con una gran imaginación, a la hora de jugar. Y debido a eso, se distrae con facilidad.

Otra de sus características, es que acostumbra a apartarse del grupo, ya sea de compañeros de colegio o amigos, para jugar o andar solo.

Durante el año escolar, sus padres, recibieron de parte de la maestra de Francisco, varios llamados de atención. Aduciendo que se distraía, que no se integraba, que no respondía a consignas, que era agresivo (peleo y pegó a un compañero de colegio en el recreo) y que demostraba tener problemas de aprendizaje, al no poder hacer uso de la letra cursiva

Correctamente.

En el último llamado de atención, mi hija (docente), pidió el informe de la maestra por escrito. Concertó cita con una psicóloga infantil, y concurrió con el informe y con Francisco, para una atención y evaluación psicológica.

Así fue, cómo Francisco, una vez con su padre y otras con su madre, acudió a varias sesiones, hasta que la psicóloga elevo su evaluación.

En ella, entre otras cosas, da su opinión (léase tirón de oreja) a los padres y a la maestra, en especial, por distintos motivos que no voy a detallar.

Si bien aconseja, que seria bueno para Franc, que pudiera hacer otras sesiones más.

Puedo asegurarles, que mi nieto, salió airoso en dicha evaluación, en más de uno de los puntos en que aducía la maestra, tenía falencias.

Yo, admito que pasé por todo eso, como abuela, con mucha tristeza. Porque, más allá de de hacer uso y abuso de el papel de “abuela” y salir en su defensa cómo tal. Y querer comerme cruda a la maestra. Yo sabía, que no podía ser tan grave todo, o al menos cómo se planteaba.

Bien, Francisco pasó de grado, como era de esperar, ya que durante todo el periodo escolar, las notas de él boletín, no daban lugar a sospechar lo contrario.

No fueron “excelentes”, pero hasta dónde yo sé, un “Bueno”, siempre alcanzó para pasar.

Hoy, mientras yo hacía las tareas de limpieza por la casa, él estaba en la habitación dónde tengo instalada la pc.

Cuando vine a hacer uso de la misma, encontré sobre el escritorio, una de las tantas hojas, que tengo impresas con mis trabajos.

En ella, había escrito, la carta más tierna, con su pedido para papá Noel.

¡Con letra cursiva!

No se, si papá Noel, estará en condiciones de cumplir con el pedido de mi nieto.

Lo que si se, es que yo, sin pedir nada, he recibido el regalo más lindo que pudiera imaginar.

En lo que a mi respecta, me doy por satisfecha, en estas navidades.

Pero, por si acaso, la generosidad de Papá Noel, me da la oportunidad de poder acceder a otro regalo, humildemente le pido, una bolsa asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii de grande, con paciencia, para padres y maestros. Y que la luz de la navidad, ilumine el corazón y la mente de todos aquellos que trabajan con niños. Feliz navidad para todos Uds.,

Los quiero, Yo, la abu de Francisco.