sábado, 30 de mayo de 2009

Más allá del tiempo



Fueron las calles del barrio, las horas de escuela,
amigos de amigos, amigos de hermanos,
reuniones especiales o fiestas de cumpleaños;
quienes se asociaron en mágico conjuro para unirnos.
Crecimos en amistad, secundados por la mirada
aparentemente distraída de nuestros viejos y al
amparo de las casas nuestras.
Que en tardes de frío, supimos invadir,
numerosas veces y a conveniencia.
Y en noches de verano, nos apropiamos de sus veredas.
Para disfrutar a gusto, la pasión por Los Beatles,
o los rasguidos arrancados de una guitarra,
cuando uno de nosotros ensayaba
una canción que le brotaba del alma.
Ocasionalmente de a dos, o todos juntos;
tejimos ilusiones y nos hicimos promesas,
Propias de la edad, tierna adolescencia.
De pronto, fuimos cuatro haciéndonos cómplices,
para formar parejas.
Compartiendo secretos, quitándonos miedos,
Y despojándonos las dudas, que vienen de la mano
de nuevas experiencias.
Hicimos una la alegría de todos y fue de todos
el dolor de uno.
Danzamos unidos el vals de los quince,
y seguimos girando al compás de la vida, cumpliendo su ley.
Unos en pareja, otros separados buscando quimeras
y afrontando el destino, que no siempre acierta.
Deshojamos calendarios, llenos de vivencias.
Y nos sumergimos en propias ambiciones,
que nos distanciaron casi sin darnos cuenta.
Hasta que de manera abrupta, la muerte hizo presencia.
Y acusamos el golpe tomando conciencia,
que aún conservamos, dentro de nosotros, del mágico
conjuro toda su esencia.
Rescatamos cada uno, parte del pasado compartido
y emotivamente nos reunimos.
Prevaleció el verdadero sentimiento a pesar
del tiempo transcurrido.
Y todo el hielo que generaron los silencios acumulados,
se extinguió con solo mirarnos.
Los ojos brillosos y humedecidos, resumían dolor,
alegrías, arrepentimiento, esperanzas y nuevas
promesas de no separarnos.
Que serán o no otra vez olvidadas.
Y en cada anécdota de nuestra adolescencia recobrada,
y con cada narración, que nos acercó a la actualidad,
a los logros obtenidos y a las pérdidas espirituales de cada uno,
vencimos la ausencia física.
Paradoja de la existencia humana.



Dedicado a Betty C. y Alfredo A., mis amigos de la adolescencia, que aún hoy comparten, mis alegrías y mis penas.
Hace rato que no nos reunimos los tres, ehhhhhhhh! A ver si se ponen las pilas y compartimos
algo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario