jueves, 21 de junio de 2018

Que edad tengo

¿Que qué edad tengo?
La edad es un estado del espíritu.
Y por ahí va…
Cuando estoy con mis hermanos y primos, tengo la edad de esperar los reyes magos, del guardapolvo almidonado, de figuritas con brillantina y propinas por mandados. Soy la niña que dibujaba rayuelas en la vereda y la que en tardecitas soleadas, de rondas redondas de San Miguel, si se reía se iba al cuartel.
Cuando estoy con mis amigas, las del barrio o con las que compartí escuela, me siento una quinceañera, estrenando medias de seda y el primer tacón. Soy la extraña de las botas rosas y anillos al por mayor, la reina de la canción, que suspira por un extraño de pelo largo, que con fuego en su mirada, sin preocupaciones va…
Cuando estoy con mis nietos mi edad fluctúa, con Juancito, tengo la edad de la ternura y recorro junto a él, el camino de la inocencia, derribando miedos con rugidos de león. Tengo la edad exacta para cada aventura que emprenda mi pequeño gran explorador.
Cuando estoy con Ciro y Almita, se apodera de mí la edad de la fantasía, veo todo color rosa, o verde dragón, una espada en una rama y un micrófono en un cucharón. La imaginación corre, salta y vuela, mágicamente soy doncella, bailarina, un pirata o un robot, y las colitas de rana, me curan cualquier dolor.
Cuando estoy con Francisco y Nuria, vivo en la edad del puente, del gusano que se transforma en mariposa, la de las miradas furtivas, las mejillas sonrojadas y cosquillas en el estómago. Y dónde los besos, (que no se imaginan), saben dulces y son secretos. ¡Soy adolescente!
Cuando estoy con Adriel, tengo la edad de la pasión, de los castillos en el aire, de las luces de neón, los amigos, las canciones y el fogón. La edad de la espera, que no desespera, del tiempo generoso, de los caminos que incitan al viaje que siempre, siempre, se puede volver a iniciar.
Cuando estoy con mis hijas, transito la edad de la siembra, del coraje y viceversa. La de la sabía consejera, del abrazo protector, los besos fraternales, el corazón complaciente y el regazo acogedor.
Y cuando le doy tiempo al tiempo y me reconozco frente al espejo, tengo la edad de la cosecha, la edad de esperar con calma, de amigarme con mis canas, de añorar las ausencias y apreciar las presencias. De preferir calidad a cantidad y valorar más la actitud que la palabra. La edad en que me seduce, una tarde lluviosa entre sábanas, una cena con burbujas, una película en pijamas, una caricia en el alma. De pensar, sentir, crear y disfrutar mis momentos sin prisa y sin culpa. De añorar sin sufrir. De elegir y decir. La edad de proyectar sabiendo que todo, absolutamente todo cambia. De apostar a la vida y aferrarme a la esperanza. De no ceder a la pausa y de permitirme soñar despierta, ¡Total, no cuesta nada!

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