domingo, 19 de julio de 2009

Amigos


Ayer 16 de julio, viajé a Pico truncado, ciudad dónde viví hasta marzo del año pasado.
Mi amiga Amalia cumplía años y como es costumbre, nos juntamos a compartir momentos agradables matizados de besos, abrazos, buenos deseos, anécdotas de años pasados y relatos de los últimos acontecimientos, que se mezclan con las risas de nuestros hijos y los juegos de los nietos.
Pasaron 34 años del día que la conocí. Vino desde Chile, su tierra natal, a casa de unos familiares, que habían logrado establecerse bien en Argentina. Buscando cómo muchos, mejor porvenir.
Un primo hermano de su madre, que era compañero de trabajo de mi marido, la acogió en su casa. Por ese entonces, vivíamos en el barrio de 90 viviendas que tenía la empresa Gas del Estado y que ponía a disposición de sus empleados. Casi en su totalidad, era gente que provenía de otras ciudades.
Los Chalet del barrio, se imponían con su construcción costosa, en ese pueblo del norte de la Patagonia.
Lucían paredes de material, prolijamente pintadas y techos a dos aguas, frente de ladrillo a la vista, grandes ventanales y lujosas puertas de madera. Extensos patios parquizados y cerco perimetral a tono con la vivienda. Cosa que contrastaba, con las demás viviendas que completaban el ejido urbano del pueblo.
La gente que lo habitaba, eran agentes de YPF, empresa petrolera del estado, que contaba también con su barrio de viviendas, un poco más alejado, de lo que se perfilaba cómo el centro de la ciudad.
Los antiguos pobladores; que se dedicaban a la cría de ganado ovino y eran los dueños de las estancias, que se encontraban en los alrededores. Y el personal que cumplía tareas en las mismas, con sus respectivas familias.
Algún que otro audaz, que en pos de progreso, no dudó en buscar nuevos horizontes
Y afincarse en el pueblo; instalando un negocio, para proveer la demanda de los habitantes.
Ya sea, en alimentos, vestimenta, e insumo de medios de transportes.
Y la gente, que desempeñaba tareas en las entidades públicas; hospitales, Comisarías, Municipio, Juzgados, Correos, Bancos, Educación e Iglesias.
La gran Mayoría, con la idea de trabajar el tiempo necesario para lograr unos ahorros y volver a su lugar de origen, por lo que se conformaban con habitar viviendas que cubrieran sus necesidades básicas, sin dar mayor importancia a la estética exterior de las mismas.
Yo me sumé a la lista de habitantes, el 5 de octubre de 1975. Días antes, por disposición de la empresa, mi marido, tenía el traslado y accedía como personal de planta permanente a habitar una vivienda en el barrio. Solo era necesario llevar ropa y artículos personales, porque las mismas, estaban equipadas con todo lo necesario. El amoblamiento completo para cada habitación, living, comedor, cocina, lavadero, baño y garaje. Enseres de cocina, ropa de cama, cortinas, etc. Todo elegido con muy buen gusto, acorde con la decoración y confeccionados en materiales tan buenos, cómo costosos. De todas maneras, cargamos nuestras pocas pertenencias en el camión que hizo la mudanza y detrás de él, en el auto de mis viejos, hicimos toda la ruta hasta llegar a destino. Después de habitar, durante el poco tiempo de casada, un pequeño departamento, la casa que tenía delante de mis ojos, se veía demasiado grande y ostentosa. La recorrí asombrándome de todo, aún recuerdo el comentario a modo de broma de mi papá, “Quien te ha visto y quien te vé” y el de mi mamá, que decía: “Menuda tarea, limpiar estos pisos de parquet”.
Contaba con calefacción central, cosa que ni mis viejos, ni yo, sabíamos cómo funcionaba, de modo que nos limitamos a encender las hornallas de la cocina, para amortiguar apenas, el frío. Imposible calentar todos los ambientes con eso.
Terminaron de descargar todo lo que venía en el camión; y mis viejos, se despidieron de mí, porque no era aconsejable andar por la ruta de noche y con nieve.
Así como lo lee, aunque parezca extraño, Pico Truncado, me recibió con nieve, cosa que no es frecuente para esa época del año, ya avanzada la primavera.
Y ahí me quedé, en un pueblo extraño, en una casa tan desconocida, cómo enorme, con mi hija de apenas meses en los brazos, cerca de la cocina para combatir el frío y mirando caer la nieve a través de la ventana que daba al patio trasero, a esperar que llegara mi marido de su lugar de trabajo, distante 19 km.
¿Será por eso, que detesto la nieve? ¿Será por eso, que me produce esa sensación de angustia y me deprime? Siento que me limita.
A pesar de que mantener la casa limpia y en orden, demandaba tiempo, yo sentía que los días eran demasiado largos y tediosos.
Por ese entonces, los programas radiales o la música que se podía escuchar a través de un combinado, eran toda la compañía que podía obtener hasta las 18hs., Que era cuando comenzaba la transmisión de Televisión, y que se obtenía por medio de una repetidora local, desde una ciudad distante 200km. Que no siempre era nítida y posible, debido a los vientos reinantes en la zona.
Por tal motivo, el día que Amalia, golpeó a mi puerta y expuso su necesidad de obtener unas horas de trabajo, ofreciéndose para realizar las tareas domésticas, o el cuidado de mi hija.
No tarde mucho en tomar una decisión y decirle que la esperaba lunes, miércoles y viernes. Y así fue, cómo comenzó nuestra relación.
No se si mi afán por el orden y la limpieza, quedó arraigado en mi, después de disfrutarlo por años en la casa de mi abuela o es un mal congénito que traigo desde el nacimiento. Pues es mi mayor adicción. A tal punto de ganarme el apodo de “loca” por ello.
Disfruto hacerlo y es más, estoy totalmente convencida que nadie lo hace mejor que yo. (Já, soy leonina)
Así fue cómo, Amalia, tenía muy pocas tareas para hacer, y mucho tiempo para sentarse y compartir conmigo mates y charlas.
Además de la edad, teníamos muchas cosas en común, fue fácil integrarnos.
Los días que ella venía, se acortaban, eran más amenos. Solíamos salir al patio, sentarnos al sol y hablar sobre nuestra ciudad natal, familias, amigos, etc.
Pasaron los años, Amalia se puso de novia y compartí con ella toda la ilusión de los preparativos para el casamiento. Ya a esta altura de nuestra relación, amabas nos considerábamos amigas.
Así que el hecho de convertirse en Sra. y dejar de trabajar no fue impedimento para que sigamos visitándonos y participando de todos los acontecimientos buenos y malos que fueron sucediendo en nuestras vidas.
Nacieron sus hijos, de la mayor soy la madrina. Nacieron las mías. Y entre llantos y risas, generados por la felicidad de nacimientos, cumpleaños, bautismos, comuniones, egresos, casamientos y las enfermedades o pérdidas de seres queridos, más que amigas, podemos decirnos hermanas, por derecho de elección mutua. Y por disposición de nuestros hijos, que decidieron autodenominarse primos. Admiro de Amalia, su tenacidad para enfrentar adversidades, su aptitud para adaptarse y su resistencia al dolor. Su apariencia pequeña y frágil, se contradice con su valor. Es buena persona, de ademanes suaves, de hablar calmo y creíble. Y mejor esposa y madre.

La vida, me ha dado la dicha de poder festejar con creces el día del amigo. Me siento bendecida, me gusta presumir de las amigas que conservo de tantos años. Soy conciente, de que una amistad se forma cuando se desarrolla plenamente el sentimiento de la lealtad y hermandad. Y sé, que puse empeño en ello.
Con Betty F, (así nos diferenciamos, pues era el nombre de moda cuando nacimos) Mi amiga de la infancia, creo que aprendimos a caminar juntas, nuestras familias eran vecinas. A pesar de la distancia, que nos separa, 500 km., aún mantenemos intacta la destreza de hablarnos con la mirada. No es, en el nombre, solamente en lo que coincidimos. Por ella, conocí a Carmen, amiga mutua.
Con Betty C, chocamos codos en la escuela primaria y secundaria. Más nos unió, la complicidad del primer noviazgo. Dos amigas, con dos amigos, lo típico. Es viuda de ese primer novio. Suelo compartir reuniones familiares, no solo con ella y sus hijos, también con su madre y hermanos. Y decirnos, unas veces ella, otras veces yo, “aunque no vaya a verte o te llame, sabes que te quiero y me acuerdo de vos”.
A Gladis, la conocí en mi primer lugar de trabajo, una distribuidora de golosinas. El trabajo, no me duró mucho, pero si la amistad con ella. El destino nos separó por años. Ella, su esposo e hijos, por causas laborales, han debido trasladarse y cambiar domicilio con frecuencia, pero así y todo, no es ajena de lo que vivo a diario. Estamos en contacto y me resulta fácil y gratificante decirle: ¡”te quiero, tengo ganas de verte”! o “feliz cumpleaños” , cómo lo hice días atrás. Sé, que es recíproco.
Luisa y Kena, fueron parte del Barrio, donde transcurrieron años de mi adolescencia y mis primeros años de casada. Kena y su esposo, ambos Chilenos e inmigrantes por causa de los sucesos, que se vivían en su país, por aquellos años. Alquilaban, como mi esposo y yo, uno de los departamentos, “de la vecindad del Chavo”, como le decimos a manera de broma, cuando los recordamos. Eran cuatro departamentos, en un mismo solar y del mismo dueño. Luisa, era la dueña del Kiosco más cercano. Luisa y su Flia., Hoy están en Córdoba, se fueron a seguir la vida en el lugar de sus sueños, después de años de trabajo y merecido progreso. Nos vemos cada vez que viajo a Córdoba o cada vez que añora a La Patagonia y regresa. Mi casa es su casa y viceversa.
Kena y su Flia., están cerca, son dueños de un supermercado, suele venir asiduamente a verme. Suelo ir yo, con menos frecuencia, pero con el mismo cariño de siempre a verla.
Me gusta su simplicidad y la manera con que se expresa sobre mis viejos, cuando los recuerda.
María, y su flia, Habitaban la casa lindante con la mía, en el Barrio de Gas del Estado.
Por muchos años, solo cruzábamos los saludos formales entre vecinas, pero su hija y las mías, que eran compinches, lograron un acercamiento y que nos pusiéramos de acuerdo para realizar el viaje a España. Fue un mes de paseo, día y noche juntas, descubriendo otras costumbres, otros paisajes y que teníamos mucha afinidad. Afianzamos esta relación, e hicimos, además de otros viajes, muchas otras cosas juntas. Nos resulta viable, porque su hija y las mías se tratan y se quieren, más que como amigas, cómo hermanas.
Graciela, Irma, Nilda, Silvana y Nancy, no menos queridas y con muchas vivencias compartidas, en Pico Truncado, son cómo María, las amigas de la madurez, a quienes quiero profundamente y de quienes recibo muestras de cariño con frecuencia. También sus hijos son partícipes de las vidas de mis hijas, emulando nuestra amistad. Con todas comparto distancias y la alegría de reencontrarnos cada tanto. No convalida la amistad, la escasa cantidad de tiempo que disfrutamos juntas, pero si la calidad con que se da.
El avance de la tecnología, me permitió conocer a mis amigas/os virtuales. A través del Chat en que el que habitualmente participo.
No con todos los participantes se dio. Si bien, van a hacer cuatro años que los leo, con varios de ellos, solo intercambiamos saludos de cortesía y alguna que otra frase, según de que vaya el tema.
Pero, a más de uno de ellas/ellos, puedo considerarlos amigos, sin temor a equivocarme, teniendo en cuenta que entre nosotros, convergen afecto, respeto mutuo y confianza.
A lo largo de mis cincuenta y tres años, he conocido infinidad de personas, debido a las distintas actividades que realicé. Y si bien, he mantenido contacto con muchos, y me agrada de pronto volver a verlos o recordarlos. No los considero amigos. Si, compañeros de actividades.
Soy cauta, para usar esa palabra .Creo que los sentimientos de los demás, merecen todo mi respeto. Puedo o no compartirlos, pero no tomarlos a la ligera o restarles importancia.
Se, que se pueden entablar vínculos de amistad, más allá del espacio y el tiempo. Pero, se también, que cada relación debe ser privilegiada, digna, nunca agobiante. Que hay que saber aceptar a los otros tal cual son, sin imposiciones y pretensiones.
Días atrás, en un intercambio de opiniones, escribí en el Chat, que mi idea era sumar, no restar, que lejos de mi estaban las intrigas y confrontaciones. Que mi intención, era hacer amigos. Alguien, opinó apresuradamente, que tenía amigos de la vida, que no necesitaba un Chat para lograrlos. Nada conteste. Me quedé con la satisfacción de saber que yo también los tengo y que además los disfruto con frecuencia.
Pero para mi deleite, días mas tarde, leí un párrafo en un foro, donde la misma persona, con dedicatoria expresa, vertía sus sentimientos hacia otra del Chat. Dando valor explícito a mí idea.
Y me parece bien, es normal que afloren. Como también, que nos pongamos un escudo de cautela, coincido en que, no en todos impera la buena intención, la comunicación virtual se presta con facilidad a la mentira. Pero con el correr de los días nos va acercando, vamos sumando coincidencias, afinidades y nos va permitiendo también, dar crédito a lo que nos dicen.
Que existe lo malo, es un hecho. Pero, esta en nuestras manos la herramienta para descartarlo.
Y dar prioridades a lo bueno. Como en todos los órdenes de la vida.
Cuestión de piel, se suele decir. Cuestión de letras, será en este caso, cuestión de expresarnos de manera racional, a través del teclado, cuestión de compartirlas con fe, desde el otro lado.
Amigo: No soy perfecta, poseo tantos defectos como virtudes. No soy la dueña de nada.
No me cierro, ni me planto. Sigo adelante, a pesar de… Estoy mas que convencida que debo vivir el hoy, que del pasado solo debo rescatar buenos recuerdos, que me alegren o me sirvan para no volver a cometer los mismos errores. Que el futuro es incierto. Que de nada vale decir, nunca jamás. Y es de necios, decir “todo me chupa un huevo”, quien verdaderamente piensa así, no tiene necesidad de explicarlo. Actúa en consecuencia, no habla de su vida, de sus dolores inmediatos, no escribe mensajes de aliento, no da, ni pide número de teléfono. No participa., ni se involucra.
No demuestra euforia, ni desconsuelo.
En todo lo que participo y le dedico horas, va anexado mi predisposición y mi respeto.
Mis amigos, los que conservo desde años, o los que frecuento, hace mucho menos, saben que me gusta compartir. Mis amigos virtuales, los que aún no conozco, lo están leyendo, espero que con la misma esperanza que yo, puesta en vernos y compartir pronto. Por eso les digo.

¡Feliz día del Amigo! ¡Si vieran con que placer lo escribo!…

BETTY.

1 comentario:

  1. Hola, llego tarde...pero más vale tarde que nunca...FELIZ DÍA DEL AMIGO, amiga
    El que no se entere que eres una buena amiga, es que está ciego, sordo y encima no habla...porque claro lo dices en tu entrada.
    Un abrazo

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