viernes, 8 de enero de 2010

El indio de arcilla


Hace años, presente un poema en un concurso de poesía, que organizaba la secretaria de cultura de la municipalidad de Pico Truncado, cómo parte de los festejos de un nuevo aniversario de la ciudad.
De vez en cuando, me invaden las ganas de contar anécdotas vividas, y encontré la mejor forma de hacerlo escribiendo poemas y relatos.
Aspiro a que alguna vez, sean leídos, por mi familia y mis amigos. Y que al leerlos, los emocione el recuerdo de algo que hemos vivido juntos o que una sonrisa placentera se les dibuje en el rostro.
Tarde bastante en mostrar lo que yo humildemente llamo mis trabajos.
En principio, porque no estaba segura de que a alguien más que a mí pudiera interesarle.
Presentarme a ese concurso, fue la manera de saber cuan buenos podrían ser.
No tengo estudios sobre literatura, solo alcancé a completar el secundario, de manera que los errores de redacción, pueden ser notorios.
Bien, un día antes de la culminación de los festejos, me llamó a casa uno de los integrantes del jurado, para notificarme, que en el acto de cierre se entregarían los premios de dicho concurso y que esperaban mi asistencia al mismo, ya que mi poema
Había sido premiado.
Si bien no fue el ganador del concurso, ostentaba un segundo premio, nada despreciable, teniendo en cuenta que la presentación de trabajos era a nivel regional y con la participación de escritores de Azul, provincia de Buenos Aires.
¿Se imaginan, lo que sentí?
Nadie más que yo, sabía de mi presentación a dicho concurso.
Así que, comunicarle a mis seres queridos la noticia, fue para mí una satisfacción enorme y para ellos una gran sorpresa.
Y allá fui, el día y la hora señalada. El acto, se hacía en el club social más grande de la ciudad, con la presencia de las autoridades de las ciudades vecinas y locales, de las máximas autoridades de la provincia y de los vecinos de la ciudad.
Cómo es una ciudad pequeña, cada acontecimiento o festejo, cuenta con máxima concurrencia, no son muchas las oportunidades de asistir a algo así.
Con mucha timidez, bien disimulada, llegue al club, y fui conducida hasta una silla,
que estaba ubicada detrás de las autoridades y frente al grueso del público.
Caras con gestos de asombro, divisé varias, entre gente conocida y demás también.
Mientras se leían discursos, esos que la mayoría no escucha, y tratando de que
Se me haga más corto el tiempo, me imaginaba, las conjeturas que sacarían unos y otros al verme ubicada ahí. Retumbaron varias veces los aplausos a distintos discursos y números artísticos que fueron pasando, hasta que llegó el momento de hacer entrega de los premios a los ganadores de los distintos eventos.
Y fue ahí, cuando recibí de las manos del Vicegobernador, Don Eduardo Arnold,
El premio por mi poema, “Carencias”, dónde de las palmas de los concurrentes
Brotaron aplausos para mí y dónde más de uno de los presentes descubrió el misterio
más que de mi presencia, de mi ubicación en dicho acto.
El Vicegobernador, depositó en mis manos una escultura de cerámica realizada por la artista plástica María Marchessi y un miembro de la dirección de cultura un diploma avalando el premio.
A partir de ese día y hasta ahora, va y viene de rincón a rincón, la escultura de arcilla roja, que representa a un indio de rasgos duros. Nunca ha tenido ubicación permanente.
Mi nieta Alma, desde que comenzó a caminar e hizo contacto visual con la escultura,
Ha manifestado miedo por ella.
Por eso, cuando Almita me visita, suelo poner la escultura en penitencia detrás de la primera puerta que tengo a mano.
Cuando chica, tuve la suerte de disfrutar de mi abuela y quedaron en mí, los mejores recuerdos de todo lo vivido en su casa. Por eso trato de repetir la historia con mis nietos.
Y lo que no les fue permitido a mis hijas, por ese afán de cuidar y dar uso explícito a las cosas, hoy cómo abuela permisiva lo disfrutan mis nietos.
Almita tiene 2 años y el mejor juego antes de dormir, es saltar en la cama de la abu.
Me conmueve con su manita extendida y sus palabras a media lengua, invitándome a
Participar del juego, haciéndome cómplice. “¿A shatar abu?”.
Me compensa, su risa y su alegría, todo el desorden que puede quedar en la cama.
En esa aventura, estábamos días pasados, cuando interrumpió de golpe sus saltos.
Y señalando con su dedito hacia la mesa la mesita de luz, dónde conservo un portarretrato con la foto de mi papá, me dice: “ese ashuta a Almita”.
Yo, me acerqué a la mesita, tomé el portarretrato y mientras lo besaba, le decía
“¡No! No tengas miedo, es mi papá, no hace nada, es buenito, pobrecito.”.
Ella, me contestó. “¿Si, es buenito?, ¿no hace nada? Ahhh”.
Y sonriendo, continuó con su juego.
Hasta que debió interrumpirlo por una urgencia fisiológica. La tomé en brazos,
Y corrimos hacia el baño. Dónde yo, horas antes, había puesto en penitencia, detrás de la puerta, al indio de arcilla.
Mientras estábamos ahí, me mira y me dice, señalando con un gesto hacía la puerta,
“ese ashuta a mí”. Y yo, tratando de minimizar la cosa, le respondo: “¿Que te asusta? Si no hay nada”. Refuta mi respuesta diciendo: “Si hay, ashuta ese”.
Entonces, corro la puerta, agarro la escultura, intentando disipar su miedo y le digo:
“¿No ves que no hace nada? Es de piedra”
Y ella muy seria responde, “¡Ahhhhh!, ¿ese también es tu papá?”.
Su ocurrencia, provocó en mí, un gozo, mucho más intenso y agradable,
Que los aplausos recibidos, el día que traje la escultura a casa.

2 comentarios:

  1. Sin dudas; es lo que más me gustó de todos tus escritos (incluyendo el poema premiado).
    Alguien debería premiarte regalándote un taller con algún escritor profesional. ¿No tenés a quién pedirle ese regalito? Pedíselo a los Reyes... o mejor al gordo panzón de barba y pelo blanco (no recuerdo su nombre...pero suele reirse así: HO...HO..HO !!!

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  2. Siempre escuché que los reyes y papá noel,así se llama e gordo panzón, con barba y pelo blanco, le dan regalitos a quienes se portan bien.
    Por lo tanto, yo no pido...
    Pero no pierdo las esperanzas de que aparezca un mecenas, con mucha ganas de enseñarme.
    Gracias, anónimo.

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